Fue atleta y de forma humilde comenta sus 10 medallas de oro y dos de plata, antes de decidir entre el deporte y la carrera universitaria. Le ha tocado correr en la vida por sus sueños, y también saltar algunas vallas. Nació en Las Tunas, luego vino a Camagüey a estudiar, y el amor la hizo permanecer en esta ciudad.

Perdió la visión a los siete años y tuvo que trasladarse a una escuela especial donde conoció a Marta Beatriz, su primera maestra de braille, quien la enseñó con amor, y le vaticinó “tú vas a ser como yo”.

Y así fue, hace 14 años se licenció en Educación Especial, porque quería ayudar a otros niños que como ella tuvieran déficit visual.

Luego, en el 2023 siguió su preparación y obtuvo el máster en Educación Ciudadana con un estudio sobre la preparación para la inclusión en la sociedad. Actualmente imparte clases de Educación Musical en la escuela especial de deficiencias sensoriales Antonio Suárez Domínguez, donde ha ejercido desde su graduación.

Allí conoció la satisfacción de enseñar y también experimenta lo que son las barreras y cuánto limitan al ser humano, porque a pesar de contar con la capacidad necesaria, no le permiten ser la maestra principal de un grupo e impartir otras clases, por ser ciega.

“En una persona deben mirarse las potencialidades y no las discapacidades. En ocasiones me he sentido frustrada, he llorado porque no es justo y no puedo entenderlo, y les he dicho a mis compañeros que dejaré la institución, pero siempre me apoyan y me recuerdan que eso fue lo que estudié y lo que me gusta hacer”.

Además de su desempeño como educadora, es la secretaria provincial de la Asociación Nacional de Ciegos (ANCI), con una labor esmerada en la atención a quienes ven la vida mediante la sinestesia. Delegada al próximo congreso de la Asociación, pretende expresar allí sus experiencias y luchar desde su posición porque las barreras desaparezcan.

Lleva varias labores a la vez, no se queda estática, también funge como secretaria del sindicato de trabajadores en la escuela, y el colectivo la quiere porque ella los defiende y busca su bienestar.

El apoyo de la familia ha sido incondicional. Su esposo Vladimir Céspedes le transmite confianza y seguridad, al igual que sus dos hijas, muy estudiosas, y orgullosas de su mamá. Agradece a Libia Menéndez, maestra excepcional y compañera de trabajo, en la que se ha apoyado durante el magisterio.

—¿Qué considera más importante al educar a un infante con necesidades especiales?

—Lo primero que hay que tener para educar es amor, y hacer que reconozca a su maestra, propiciarle un lugar acogedor y transmitirle confianza, que sienta que lo quieres enseñar. El niño ciego lo pregunta todo, es muy curioso. Lo más importante es prepararlos para la vida porque quizás no todos lleguen a formarse como profesionales pero sí tendrán que ser independientes y desarrollarse en la sociedad.

—¿Puede contar alguna experiencia con un alumno?

—Junior tiene seis años y no comía solo porque su mamá lo sobreprotegía. Yo poco a poco fui educándolos a los dos, a su madre para que confiara en el proceso y le diera la libertad de aprender. Ya el niño superó esa etapa, y también se adaptó a la escuela que al principio le costaba mucho. Todo esto se logra con cariño y mucha paciencia.

Yuddy recibió la Distinción 23 de agosto por su quehacer dentro y fuera de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), por su grandeza como mujer y las cualidades que demuestra cada día.

—¿Cómo se siente en la sociedad, advierte algún otro tipo de exclusión?

—No me he sentido excluida en la sociedad, al contrario, mis vecinos me quieren y ayudan, al igual que mis compañeros. Me siento muy útil.

—¿Qué desafíos enfrenta la educación especial en Cuba?

—Estamos en una etapa de perfeccionamiento de la escuela especial en la que el ciego no quede excluido, con el desafío de llevarlos hasta la universidad. Además, enfrentamos el reto que representa el déficit de los materiales de estudio, es una dificultad grande en las instituciones educativas.

Agradece la donación de Caritas Camagüey, de una máquina para escribir, un sensor para leer libros y una laptop, equipos que han permitido su crecimiento profesional, y recuerda que ser una ciega en la sociedad implica un reto mayor, pero siempre se puede, es indispensable el desarrollo de la mujer para la evolución de la sociedad.

—¿Algún mensaje para las personas que sienten exclusión?

—A veces digo ¿quién quiso ser ciego? Ser ciego duele, pero yo tengo mi intelecto, tengo mi voz, por eso hay que lograrlo, cuando te digan que no puedes, tú di que sí ¡toca la puerta y entra!

Mujeres como Yuddy son ejemplos de superación, guía para la sociedad que queremos construir, una muestra de que hay que luchar por lo que aspiramos y conquistarlo desde la sabiduría y el amor.

Adelante - Inspiradoras: Yuddy salta cualquier barrera