AUTOR: JULIO CÉSAR SÁNCHEZ GUERRA, 13 de mayo del 2023.pERIODICO VICTORIA, CUBA.
Es una carta de José Martí a su amigo Fermín Valdés Domínguez, no registra el día, pero está anotada en el mes de mayo de 1894 desde Nueva York. Fermín le escribe sobre los obreros, tal vez de Tampa o Cayo Hueso, que buscan remedio a sus males a través de ideas socialistas; también le comenta sobre un desfile por el primero mayo en el que espera participar y dejar constancia escrita del gran evento. Martí responde la carta, y comienza celebrando el trabajo de Fermín:
“Una cosa te tengo que celebrar mucho, y es el cariño con que tratas: y tu respeto de hombre, a los cubanos que por ahí buscan sinceramente, con este nombre o aquel, un poco más de orden cordial, y de equilibrio indispensable, en la administración de las cosas de este mundo”…
Esa es demanda de aquel desfile de mayo de 1894: un poco más de orden cordial y equilibrio en la administración de las cosas de este mundo. Ese es Martí defendiendo el amor y la justicia para echar a andar a los que se amontonan en la barranca de todos de los Zapaticos de Rosa de la Edad de Oro.
Es a mitad de la carta, donde aparece su gran advertencia, que rebasa las fronteras de su tiempo: “Por lo noble se ha de juzgar una aspiración: y no por esta o aquella verruga que le ponga la pasión humana. Dos peligros tienen la idea socialista, como tantas otras: –el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas: –y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados”.
Las observaciones martianas apuntan hacia la rigidez del dogma importado y al oportunismo de los demagogos que engañan a los pueblos. Sin embargo, a pesar de esos peligros, Martí incita a su amigo a explicar liso y hondo, para no comprometer la excelsa justicia por los modos equivocados o excesivos de pedirla. Y con suma alegría, le asegura:
“Y siempre con la justicia, tú y yo, porque los errores de su forma no autorizan a las almas de buena cuna a desertar de su defensa. Muy bueno, pues, lo del 1 de mayo. Ya aguardo tu relato, ansioso”.
Han pasado más de 100 años desde aquella carta y ahora Cuba sigue empeñada en la justicia y “la administración de las cosas de este mundo”. Es un asunto que no se dirime en el desfile o el acto por necesario que sean, sino en la participación cordial y efectiva de los trabajadores en su proyecto social.
Por eso, el trabajo sindical no puede limitarse al pago de una cuota o al desgano de una reunión, sino a promover el ejercicio de creación colectiva que estimule la alegría y las mejoras de condiciones de vida. A recibir con brazos abiertos al joven que comienza y despedir con honores al trabajador que se jubila.
No puede ser el informe de la administración el balance frio que repite el esquema de estadísticas y logros, sin discutir entre todos sobre las dificultades. Y elevado sería que en esa discusión colectiva sean los trabajadores quienes decidan quién tiene las condiciones necesarias para dirigirlos, y que pongan por centro lo que Martí le dice a Fermín: el ejemplo, pues, “no hay sermón como la propia vida”.
Ahora son tiempos de crisis y de salarios que no alcanzan ni para renovar el entusiasmo, pero el sindicato debe sacudirse de formalismos, exigir responsabilidades y defender los derechos. El sindicalismo y los trabajadores deben tener voz propia que haga posible un diálogo sincero. En los trabajadores está la base colectiva para que el poder no se corrompa ni se abra lugar a los oportunistas que señalaba Martí.
“Yo me voy a halar del mundo con el hijo de Gómez” (1). Así se despide Martí de su amigo. Se va a halar del mundo con el hijo del Generalísimo, la guerra toca a la puerta y es la hora de morir por Cuba. Y en esta hora difícil se trata de defenderla, cada quien con su propio corazón, enfrentando los peligros y equilibrando el mundo donde todavía sobrevive, la utopía de los hombres.
EL DESFILE DE FERMIN