La historia según Eric Hobsbawn es una secuencia de sucesos cuyo perfil siempre será temporal porque su dinámica propia no le permite finales. O como explicó Gabriel García Márquez, atrás de una historia, siempre había otra historia. La población guatemalteca representada en personas y grupos comprometidos con el cambio estructural que nuestro país reclama está agregando páginas memorables a nuestra historia nacional. El recién pasado 15 de septiembre para muchos fue, por fin, una fecha para celebrar. No por tratarse de rememorar una independencia consumada por los criollos ante los representantes de la corona española, en donde nuestra población, como ha sido recurrente a lo largo de los siglos, fue simple espectadora. Este último 15 de septiembre evidenció el compromiso de miles de guatemaltecos que en muchas plazas del país, bajo la lluvia y la presión de autoridades siempre inquisidoras, denunciaron mediante una voz colectiva y al unísono, su rechazo a la partidocracia corrupta, al sistema y a sus ya desprestigiadas instituciones. Hombres, mujeres, niños y ancianos levantaron sus manos y sus proclamas exigiendo una nueva forma de hacer política, instituciones democráticas y un rechazo radical al cáncer de la corrupción, la impunidad y la cooptación del Estado.
Estamos presenciando el final de un modelo aberrante y en descomposición que se niega a morir, frente a un nuevo modelo muy incipiente ciertamente, que no ha terminado de nacer. Hoy todos los guatemaltecos honestos estamos conscientes y convencidos de tres aspectos fundamentales: 1. El actual modelo político está en franca descomposición y debe ser desarticulado. 2. Que la política sí importa, que el voto es fundamental y que toda elección implica elegir las mejores opciones para superar esta secular crisis nacional. 3. Que solamente unidos, organizados y con altos niveles de participación, podremos construir una Guatemala verdaderamente democrática que nos pertenezca a todos.
Creyeron algunos —grave error de cálculo— que nuestra población estaba decepcionada, viviendo bajo una anomia irreversible, resignada a aceptar una Guatemala gobernada por los representantes más funestos de la corrupción enquistada en nuestro país. Inmensa equivocación, el pueblo volvió a salir a las calles y volverá de nuevo a ellas todas las veces que sea necesario. No se trata de grupos o personas casadas con ideología o proyecto político alguno, se trata de un pueblo desesperado y cansado de esperar, se trata de un pueblo que está urgido de tener un gobierno honesto, valiente, responsable y comprometido. Un pueblo que no soporta más abusos y que está dispuesto a recuperar sus instituciones al costo que sea necesario. Creímos haber iniciado la ruta de la transición a la democracia en 1986, nada más falso. Han desfilado una decena de gobiernos representados por usurpadores, politiqueros disfrazados de políticos, verdaderos enemigos de la patria. Hoy todos los indicadores socioeconómicos están peor que para entonces. Nuestras instituciones han sido saqueadas, el presupuesto nacional se convirtió en un botín para la “cosa-nostra” nacional. La mayoría de las plazas en el estado se otorgan por clientelismo, amistad, familiaridad y hasta por condicionamientos inmorales. Peor no podíamos estar.
Cuando un pueblo despierta nadie lo puede doblegar. Hoy toda nuestra población está consciente que el camino inmediato es la organización y la participación social. Quienes no lo ven, renuncian a la verdad, sea por acción u omisión. Guatemala camina con paso firme, eso alienta y probado está.
manuelvillacorta@yahoo.com
Fuente:
El derecho popular a una nueva Guatemala - Prensa Libre
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