Este hospital fundado hace 55 años dispone de 356 camas. En intensiva hay 11 polivalentes y dos para sépticos. Fotos: Alejandro Rodríguez Rodríguez/ Adelante
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Adelante - Cuando el paciente es un niño (+Galería)
CAMAGÜEY.- Si las camas hablaran, las historias de un hospital tendrían mayores detalles. Sobre ellas cae el peso del dolor y la respuesta del cuerpo en pugna por recuperar el ritmo que la vida lleva. Los relatos más críticos y graves se escriben hoy en nueve de las 13 camas del servicio de terapia intensiva del hospital pediátrico Eduardo Agramonte Piña de Camagüey.
Hace pocos días, un paciente cumplió sus dos años sobre la cama que lo sostiene desde hace más de uno. Lleva ese tiempo ventilado debido a su distrofia.
En otro cubículo, una abuela de Esmeralda cuida a la nieta de siete meses. Recibe oxígeno terapia y el tratamiento completo para superar la neumonía.
De Minas, una madre no se le despega al hijo adolescente. Él tiene fracturado el fémur por un accidente. Le aseguraron que no atrasarán la operación por falta de recurso humano ni técnico.
Incluso el Pediátrico, por gestión extrahospitalaria, ya dispone de otro Arco en C, un equipo de alta tecnología para una mejor calidad de imagen en tiempo real, menor tiempo de exposición a radiaciones y mayor precisión durante la cirugía.
También por accidente llegó un niño de cuatro años. Un caballo asestó una patada en su estómago. La mañana de nuestro asomo estaba con los ojos luminosos sobre las piernas de la madre. Evolucionaba bien.
Pudiéramos seguir pasando lista de las camas, pero está incompleta esa hoja de ruta sin los tripulantes principales de una nave que anda siempre los mares del límite, los pronósticos reservados.
Nos referimos el equipo de médicos, enfermeros, laboratoristas, técnicos enfocados en las zonas de riesgo. Aspiran y hacen hasta lo que parece imposible para lograr finales felices, que es decir, la vuelta de sus pacientes con salud a casa.
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
Por la situación epidemiológica de la provincia de Camagüey, por si usted no lo sabe o no es precavido (y de eso alertó hace meses la Organización Mundial de la Salud) hay un alza de infecciones respiratorias provocadas principalmente por dos virus: el Influenza y el Sincitial. ¿Está preparado el Hospital Pediátrico Eduardo Agramonte Piña para afrontar esas complicaciones y otros reportes extremos? ¿Con qué colectivo cuenta? ¿En qué condiciones labora? Adelante Digital llega al servicio más temido.
LA ENFERMERA LOURDES
A Lourdes Rodríguez Marrero le ponen carita en casa porque no tiene horario fijo. Lleva 44 años de enfermera y a estas alturas no hay quien la cambie. Como jefa de la sala de Terapia Intensiva cae sobre su espalda la mayor demanda de recursos humanos:
“Nos vemos un poquito presionados. Tenemos nueve pacientes y cinco enfermeros contándome a mí. Aclaro, el paciente ventilado tiene uno para él solo y también todo niño crítico reportado de inestable. El trabajo nos hace grandes porque ahí ponemos todo Nuestro esfuerzo”.
EL JOVEN IMAGENÓLOGO
Las especialidades confluyen en el uso de la imagenología, explica el especialista Andrei Rodríguez Navarro. Es el más joven del departamento y quisiera tener siempre a los profesores allí, por el apoyo ante la duda y porque veces sus experiencias de casos no aparecen en los libros.
Retratado delante del viejo tomógrafo celebra que otro centro del territorio facilitara su Arco en C al pediátrico:
“Dependemos de la tecnología para poder definir con mejor claridad los pacientes. Se hace difícil renovar los equipos por el mercado que nos lo pueda proveer. Hacemos todo lo posible para que ningún paciente se quede sin diagnóstico por falta de equipo o de medico”.
A PRUEBA DE LABORATORIO
Guillermo Rivero llegó en 1982. En este mismo hospital se enamoró de la doctora Adela Avilés, hace más de 40 años. Cumplió misión en Paquistán, Bolivia y Angola. A ese último país viajó como docente. El jefe del laboratorio de terapia, a donde llegan los gérmenes más peligrosos, prefiere hablar del sentido de pertenencia a la institución, del compromiso que impulsa, por ejemplo, a gestionar reactivos:
“El niño de la cama 11 lleva unos cuantos días con sus problemas, y ha tenido necesidad muchas veces de la dosificación de albúmina. Tenemos dificultades con eso, pero el hospital provincial Manuel Ascunce nos cedió un frasco. Eso resulta importante durante el seguimiento de los procesos respiratorios”.
LA PROFESORA YANET
La doctora Yanet Loret de Mola Bueno es especialista en Medicina Intensiva y Emergencia desde el 2004. Una de las profesoras del servicio reconoce como recompensa la sonrisa del niño salvado de una situación de salud extrema.
—¿Con qué recursos humanos cuenta?
—Lo ideal es un médico por cama. Somos ocho especialistas, pero nos organizamos para garantizar pases diarios de visita. Aquí se trabaja un domingo igual que un lunes.
—Un descuido en la familia puede desencadenar a un estado de gravedad, ¿qué recomienda?
—Estamos en epidemia de bronquiolitis. Afecta principalmente a los menores de dos años; en los menores de seis meses se desarrolla con mayor gravedad. Recomendamos el uso del nasobuco, que ningún enfermo manipule el bebé, el constante lavado de las manos, el adecuado tratamiento del alimento y el agua; la higiene del hogar, ningún fumador en casa. La lactancia materna exclusiva provee de anticuerpos para enfrentarse a infecciones respiratorias. Además, el bebé debe estar en su hogar, solo salir a las consultas médicas o a lo imprescindible como la vacunación.
—Recientemente, el artista cubano Michel Mirabal hizo otro donativo, ¿cuál ayuda personal es siempre útil?
—De recursos gastables: tramos de venoclisis, llaves de tres pasos, tubos endotraqueales, dispositivos para cateterizaciones de vasos profundos y periféricos para administrar la terapéutica. El paciente ventilado lleva sondas de aspiración. A veces nos vemos apretados, aunque este servicio tiene prioridad.
Tenemos otras preguntas, pero no es el momento. La profesora Yanet habla cálido, mira seguro. Se le nota la vocación de amor infinito. Ojalá eso bastara contra lo inevitable. Hay enfermedades que no paran y organismos que no responden:
“El dolor de perder un paciente cuando no evoluciona como una quisiera, ese sí es permanente, eso no cambia ni siquiera en el tiempo”.
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