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Monday, February 24, 2025

Medicos de Cuba enfrentan en numerosos hospitales la crisis de la emigracion de jovenes especialistas hacia Estados Unidos en el 2024. Un caso en un reportaje.




Las Tunas.-
El año 2024 puso a prueba los resortes más indelebles del hospital pediátrico Mártires de Las Tunas. Por los azares y los azotes migratorios, el personal de la Terapia Intensiva no completaba los equipos de guardia para sostener las 24 horas de asistencia médica continua.
Pero no se descuidó ni un segundo el servicio. Una vorágine de tensiones curtió los salones estériles, cuna de niños que se debaten entre la vida y la muerte.

Sobre las espaldas de un solo galeno quedó de repente la responsabilidad de asegurar la supervivencia. Fueron días sin descanso, sin horas de sueño, de ir al hogar a media mañana apenas para bañarse, cambiar las ropas y volver a la faena sin la certeza de un relevo. Fueron días de aguantarse el nudo en la garganta y seguir al pie de la cama del pequeño con los signos vitales más inestables.

El doctor Luis Enrique Rodríguez Pérez es el dueño de esas espaldas.

“Lo primero fue tratar de encontrar personal. Lidiamos con el reto de acudir a profesionales que no estaban entrenados en cuidados intensivos. La especialidad de Terapia Intensiva es de tres años y surge a partir de otra: la Pediatría. Por ende, la formación no se logra en seis meses o un año; pero teníamos que garantizar sí o sí la asistencia médica.

“Buscamos personas que ante todo tuvieran el deseo de formar parte de la sala y supieran a qué se iban a enfrentar. En ese punto éramos dos especialistas porque una colega enseguida sintió el llamado del deber y allí llegó dispuesta a compartir lo que hiciera falta.

“Sumamos primeramente a tres pediatras recién graduados y solicitamos permiso al Ministerio de Salud para hacer un diplomado nacional, acreditado desde la Universidad de La Habana. A la par convocamos a los profesores retirados de la institución, autoridades en la materia como Alicia, José Carlos, Beatriz..., y echamos a andar el diplomado que era docente y al mismo tiempo asistencial, porque no podíamos darnos el lujo de esperar.

“Ahí ya teníamos a tres galenos de conjunto con un residente que se nos reincorporó. Recuerdo que en el mes de marzo se unió un especialista de adultos y con la debida autorización integró el colectivo. Finalmente, pudimos respaldar la asistencia médica continua con un equipo que al principio estuvo laborando 24 para 24 horas, pues los diplomantes no estaban en condiciones de quedarse solos”.

Con la mirada húmeda, de quien conoce el peso exacto de llevar a cuestas un planeta cargado de piedras, rememora que tenía que ir todos los días al hospital porque debía dar clases y hacer guardias, una combinación a prueba de días festivos, fines de semana, feriados o fechas importantes. A prueba, incluso, del dolor en las piernas o el aguijonazo en la cabeza por falta de descanso.

“El diplomado fue caminando con éxito, pero hubo momentos en los que por problemas personales no podíamos garantizar ni la rotación de guardias. La gente se enferma, o lo hacen sus familiares. Hay quien tiene situaciones impostergables. Lo cierto es que volvió a complicarse el servicio y pedimos ayuda al ministerio. Por esta vía recibimos a dos residentes de Holguín que nos acompañaron durante dos meses consecutivos.

“Estaban en el segundo año de la residencia y nunca habían hecho guardia solos. Tuvimos que vincularlos al diplomado y ponerlos a trabajar de manera física y localizable. De ese modo, estuvimos meses hasta que logramos equipos que laboraran 24 para 72 horas.

“Así es como está trabajando ahora mismo el servicio. Las diplomantes asumen guardias junto a los tres especialistas que nos mantenemos activos. Han sido tiempos muy difíciles. No hemos cogido vacaciones ni un día; yo mismo he hecho más de 130 guardias físicas y muchas más localizables. A veces me llaman del hospital a las 8:00 pm porque hay un niño inestable o existen dudas en algún manejo; y ahí lo que prima es el compromiso. En lo único que pienso es en llegar rápido y que todo se solucione para bien”.

Con el ceño fruncido me dice que la situación no ha dejado de ser compleja. No sabe hasta cuándo pueda sostenerse este ritmo, rutinas que a las claras no son sustentables.

ENTRE SACRIFICIOS, LA EXCELENCIA

Durante el 2024 a la Terapia Pediátrica ingresaron 394 pacientes, 120 más que en el período anterior. De ellos, 122 menores de 1 año y más de 50 en estado crítico inestable. Aun así, la institución no tuvo ningún niño menor de 1 año fallecido, resultado que nunca se había logrado ni en los momentos de mayor fortaleza del sector, cuando había tres especialistas en cada equipo de guardia. Tampoco se alcanzó esta tasa en ninguna otra provincia del país.

El panorama no fue sencillo ni mucho menos. Mientras no existía relevo y un par de médicos compartían el peso asistencial, lidiaron con 37 pacientes ventilados y un arsenal de niños prematuros con las consiguientes complicaciones.

“Las sepsis constituyen la condición que más está propiciando la muerte ahora mismo, como consecuencia de procesos infecciosos que pueden ser respiratorios, digestivos, de estructuras de partes blandas..., pero al final lleva a un estado de disfunción múltiple de órganos, la causa más frecuente de deceso en las terapias intensivas.

“En esto nos golpea que no se diagnostica a tiempo la infección. En la sepsis hay un fenómeno de horas de oro; hay un lapso en el que el tratamiento tiene una mejor respuesta, pero si no hay un diagnóstico precoz, no se tienen en cuenta los factores de riesgo, los resultados no son los mejores.

“Ahora mismo lidiamos con una población pediátrica que tiene mucha prematuridad, bajo peso al nacer, embarazo en la adolescencia..., y son pacientes que desde el punto de vista inmunológico son muy vulnerables. Cuando llegan con procesos infecciosos no responden bien y desarrollan complicaciones. Tuve un paciente en paro después de 45 días de enfermedad y no falleció.

“Es importante que prioricemos el diagnóstico precoz y el manejo adecuado del niño de alto riesgo para poder bajar la tasa de mortalidad infantil. Hoy tenemos el reto de fortalecer la atención pediátrica. Es vital que cada vez que un menor de 1 año llegue al Cuerpo de Guardia, si no tiene criterio de ingreso, se sepa para dónde va, qué médico lo atenderá. Y si posee factores de riesgo no puede retornar para su casa.

“Tenemos que evitar que desarrolle formas graves de enfermedad; los que no se diagnostican a tiempo son los que regresan y llegan de manera tardía a la Terapia Intensiva. Como galenos debemos prender las alertas con los niños que van reiteradamente a la institución, y escuchar a las madres porque su preocupación es la mejor guía para trabajar.

“Tuve un profesor que me enseñó que al pequeño hay que verlo como si fuera tu hijo, y ese ha sido mi credo. Si a los míos les da fiebre yo me desespero, los llevo al pediatra. Entonces tengo que ser de la misma manera con los otros.

“El año pasado ideamos la estrategia de hacer recorridos nocturnos por el hospital, a eso de las 10:00 u 11:00 pm, o a la 1:00 am, buscando pacientes que tuvieran riesgos y pudieran complicarse y llegar tarde a la sala de Terapia. Rescatamos varios dentro del hospital. Cuando veíamos a una madre ansiosa la entrevistábamos y era verdad que su hijo estaba mal. Al intensivista le toca hacer eso, el pensamiento colectivo salva.

“Debemos hacer un recorrido por toda la provincia. Si la sepsis es la causa más frecuente de muerte, nosotros tenemos que darles elementos y armas a los médicos de la Atención Primaria para reconocerla. Son momentos difíciles, pero el personal de Salud tiene que perfeccionarse, reorganizarse”.

SENSIBILIDAD Y COMPROMISO

El doctor Luis Enrique es especialista de Segundo Grado en Pediatría y Terapia Intensiva; fue el primero de su tipo, de carrera, en la provincia. Tiene apenas 51 años.

El Mellizo, como cariñosamente lo llaman sus colegas, habla en plural cuando sobre sus zapatos descansa un peso que él mismo entiende como no sustentable. Esta no es la única ocasión en la que se ha enfrentado al sacrificio que conlleva la bata blanca. Cuando ha sido necesario partir para Guantánamo, por cinco meses y rearmar allá la sala de Terapia, ha marchado sin vacilaciones.

En casa, su esposa por más de 25 años, y enfermera de profesión, es el sostén para hacerle frente a la crianza de dos hijos; uno ya se empina con los ardores de ser médico y devolver el ejemplo que les deja papá en cada jornada.

Que nadie dude que lidia también con las preocupaciones del hogar, el dinero que no alcanza para sufragar las necesidades básicas, los zapatos para los muchachos, las meriendas... “Hay que dejar fuera cualquier conflicto, preocupación; al hospital se va a salvar a un niño”.

Escucharlo es convencerse de la sencillez de un hombre grande; y no está en tela de juicio sobre esta cuartilla su estatura. Pero verlo tragarse las lágrimas cuando recuerda el fallecimiento de un niño, el rostro de los familiares al darles la noticia, la convicción de que no se pudo hacer más…, mirar a un médico llorar de dolor es otra cosa. Gracias, doctor, por esta entrevista y por llevar bajo la bata blanca, o sobre ella, el humanismo con el que nos enseñaron a soñar.

El doctor Luis Enrique... o elegía al coraje

Feb 10, 2025 · El doctor Luis Enrique es especialista de Segundo Grado en Pediatría y Terapia Intensiva; fue el primero de su tipo, de carrera, en la provincia. Tiene apenas 51 años. El …

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